En una pequeña aldea, un pobre mendigo aguardó por días la visita del Rey de Oro. Sabiendo de su inmensa generosidad se acercó a la caravana y reverenciándolo se inclinó para clamar piedad y algunas monedas para acabar con sus males.
Antes de abrir la boca, el Rey le dijo: “¿Qué tienes para darme?”. Sorprendido por tal petición y no deseando contrariar a su amo, metió la mano en su bolso y le ofreció un grano de arroz. “Es todo lo que tengo señor mío” dijo el mendigo.
El Rey, tomó el grano y marchó.
¿Cómo era posible que el Rey, que iba montado en un carro de oro y lleno de riquezas, le pidiese a él algo? ¿Acaso no se había dado cuenta que era muy pobre y que no tenía nada para darle? Apesadumbrado por tal actitud y enojado por la avaricia del Rey, el mendigo volvió a su aposento. Al final del día, al vaciar su alforja, entre los granos de arroz descubrió ¡una moneda de oro!
"Ay", se lamentó el mendigo. "Le hubiera dado todo el arroz."
Recibir algo a cambio de nada
Pocas cosas minan tanto la voluntad y el poder de un hombre como la búsqueda de lo gratuito, lo fácil, lo cómodo. Algunos hombres en su autocomplacencia esperan que el mundo, el gobierno, la iglesia, el vecino o familiar rico, el padre o madre resuelva sus problemas. El mundo está lleno de hombres resentidos que son victimas en su propia historia.
Parecen olvidar una premisa sencilla: No se puede pedir sin dar, no se puede obtener mucho a cambio de nada.
Personalmente siempre he sentido cierta desconfianza por aquellas oportunidades o favores que se presentan envueltas en el falso espejismo de lo “gratuito”. No existe nada gratis en este mundo, siempre hay un precio a pagar, sea uno mismo u otro el que lo pague. Ni la felicidad, ni el amor, ni la fe, el éxito o la riqueza, la salud o la estabilidad son gratuitas. El hombre que no sea capaz de calcular su precio, terminará con un sentimiento de estafa, pues descubrirá que estas bendiciones rara vez perduran para el que no las paga.
En el relato del padre del Rey Lamoni, un rey idólatra sumamente poderoso que anhela conocer a Dios, arrodillándose suplica: “Date a conocer a mi y daré todo lo que poseo, incluso mi reino”. La ofrenda es tomada por Dios y habiendo pagado el precio, recibe la mayor de las glorias. Abandonar un reino menor por alcanzar uno mayor.
En su camino al trono, el Rey que retorna debe cuantificar el precio a pagar. En las palabras del Rey de Reyes, dice: ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, para ver si tiene lo que necesita para acabarla?No sea que después que haya puesto el fundamento, no pueda acabarla. ¿O qué rey, habiendo de ir a hacer la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede salir con diez mil al encuentro del que viene contra él con veinte mil?
El don de calcular el precio a pagar es un poder necesario para todo hombre que desea obtener lo que desea. Si en tu vida quieres poseer un negocio exitoso, una carrera brillante, una familia unida, un matrimonio perdurable, una espiritualidad desarrollada y todas otras cosas deseables, es imperativo que comprendas el precio de esas realidades. La vida barata por lo regular no es vida. Y por barato no me refiero solo a un tema de dinero.
Reflexiona: Si no se puede recibir algo a cambio de nada, ¿Qué estás dispuesto a dar por lo que quieres? ¿Cuál es tu precio a pagar?
El Rey de Oros
Reflexioné por muchos días sobre mi propósito para un año nuevo que comienza. Fue así cuando llegó a mi mente el Rey de Oros, uno de los arcanos más interesantes. En 1910, Arthur Edward Waite lo representaría como un joven conquistador, sosteniendo el cetro de la disciplina y ostentando la moneda de la gracia. Por más de 100 años, diversos autores y gurús han tratado de representar a este personaje del inconsciente colectivo. El Rey de Oros es el arquetipo del hombre más rico del mundo.
La realidad es que es imposible representarlo con certeza ya que su identidad es la de cada uno de nosotros.
La historia del comienzo de este post es nuestra propia historia. Nosotros somos al mismo tiempo el mendigo y el rey de Oros, representando nuestro “yo carente” y nuestro “yo abundante”. Todo hombre posee esta dualidad y actúa en consecuencia con esos roles. En nosotros como hombres vive la naturaleza mezquina, ventajosa, codiciosa y holgazana del mendigo. El deseo de recibir mucho a cambio de nada, el victimismo de anhelar que otros resuelvan nuestras vidas. La mentira y la treta de afirmar que damos todo cuando solo hemos ofrecido un grano de arroz en el altar. Pero también, radica en nuestro interior el poder de ser el Rey, sabio y generoso por el que otros aguardan su llegada.
Actividad: Cierra los ojos y visualízate en 10 años, logrando el éxito que estás buscando. ¿Dónde estás? ¿Dónde trabajas? ¿Cómo luce tu vida?. Imagina un espejo frente a ti mismo: ¿Cómo luces? ¿Te gusta lo que ves?… Ahora, imagina que tienes un diálogo con tu yo abundante. ¿Qué le pedirías?... ¿Qué te pediría el a cambio?
El Rey de Oros no es un ser místico ajeno a nosotros. Somos nosotros mismos.
Esa versión de ti mismo puede ser invocada en tu vida.
Para mi, 2024 es el año en que podemos decidir ser ese hombre. No como un deseo pasajero o una fantasía desde el ego. Sino desde la consciencia de que nuestra mejor versión es definitivamente en la que podemos ser un dadores. 2024 es entonces el año del dinero, del éxito materializado, del poner todos los granos en la ofrenda, de pagar el precio necesario para obtener los deseos justos más profundos de nuestro corazón.
El mundo necesita muchos más reyes de oros, capaces de guiar, servir e inspirar.
El hombre más rico del mundo
Antes de terminar, recordemos que el Rey de Oros tiene mucho más que ver con dinero. Dice el dicho: “Si se oxida, no era oro”, haciendo referencia a lo que perdura para siempre, a la verdadera riqueza, la que no se puede corromper ni añejar.
Esa riqueza radica en dos ámbitos: la interior, la que tiene que ver con nuestro ser, nuestro intelecto, nuestra fe, nuestra voluntad y nuestro poder como hombres.
El segundo es nuestra familia. Que todos los que leemos esto sepamos que el hombre más rico del mundo es el que se sabe dador y receptor de amor. El que es capaz de construir un matrimonio y una familia, sabiendo protegerla, cuidarla y proveerla a fin de que nunca falte en ella amor.
Seamos ese Rey de Oros para que cuando miremos nuestro hogar, nuestro trabajo, nuestra conexión con Dios, nuestro entorno y todo lo que hemos recibido descubramos que en efecto, somos los hombres más ricos del mundo.
“Lo único mejor que tener absolutamente todo es necesitar absolutamente nada”
Feliz 2024, arrancamos.
Cuanta sabiduría y elocuencia pero a la vez sencillez en tus palabras hermano. Gracias por compartir. Casa vez estamos más cerca de lograr nuestro cometido al hacer estos principios.